El café y sus diversas maneras de prepararlo han estado siempre presente en nuestra vida.
Es fácil, para la mayoría de nosotros, recordar cómo se preparaba el café en casa; la clase de cafetera que se utilizaba, quién lo consumía y donde se compraba. Tal vez, el hecho de que ese recuerdo se haya instalado para siempre en la memoria colectiva, se deba a ese aroma tan particular, que sin duda supera a su sabor, y que acompaña la vida: las buenas y malas noticias, la salida para el colegio, las jornadas de estudio y la película de la noche en los tiempos en que no nos habíamos percatado de que el elixir nos quitaba el sueño.
Desde mediados del siglo XVII las cafeterías se instalaron en las calles, como sitio donde consumirlo, pero principalmente como el lugar de encuentro neutral donde vivir episodios importantes de nuestra vida; citas inolvidables, reencuentros, entrevistas de trabajo, pequeñas treguas diarias o decisiones trascendentales.
Últimamente, las cafeteras domésticas pretenden reemplazar a toda costa a las profesionales, para evitarnos ir al bar; se perfeccionan, moliendo el café antes de servirlo o utilizando cápsulas coloridas que nos ofrecen viajes de sabor a destinos exóticos con solo sorber de una taza: Jamaica, Colombia, Etiopía o Brasil, desde nuestra propia cocina y tomando café.
Sin embargo, y después de casi dos meses de confinamiento hogareño no nos alcanza con la cápsula y queremos volver a experimentar el momento, que va más allá del sabor y nos ofrece, por solo unas monedas, una experiencia diaria con la vista posada en la belleza que nos rodea, con el libro en mano o el ruido alrededor que nos recuerda la vida.
El Café del Ke, que se afianza con el tiempo como el sitio elegido por propios y visitantes, por su ubicación, su atención profesional, su pan, y el entorno único desde la mañana a la noche, ofreciendo la paz para leer el periódico cuando sube el sol y, la posibilidad de ver y ser visto, cuando baja. Pane & Cioccolato propone, también en el puerto, una esquinita de sol y en mesas cubiertas por árboles, un café acompañado por desayunos saludables, panes artesanales o tartas caseras.
Hairy Lemon, nos ofrece terraza al sol por un lado y a la sombra por el otro, con un interior cuidado para los días de lluvia y la posibilidad de pasar desde el café al almuerzo y la copa sin cambiar de sitio. Con una pequeña caminata mediante, llegamos a Foodisiac, y su enclave soñado para un café acompañado de desayunos para la foto: esos de tostadas con aguacate y yogurt con cereales y frutos rojos.
O también allí, para un cafecito al paso, encontramos las mesas coloradas del Federal Market & Co. La Bodeguita o El Club de Playa del Octógono y el Club Náutico, son propuestas alejadas del resto con lo cual aportan intimidad y en las concurridas mañanas de verano, la posibilidad de encontrar un reducto de silencio y paz. Si vamos al Supermercado sin desayunar, podemos parar en D’Alicia, que nos sirve el desayuno clásico pero nos da la oportunidad de comprar antojos dulces para llevar a casa o regalar, en un entorno más intelectual, y con público de oficinas que también ofrece Benesse, con desayunos sin gluten y veganos.
Y si nos vamos al Pueblo, las opciones se disparan; un café más ruidoso, que puede coincidir con el de las madres que dejaron a los niños en el colegio o con aquellos que lo alternan con sus actividades de la mañana mientras dejan el coche en el taller, van al banco o depositan su ropa en la lavandería y encuentran la excusa perfecta para tomar un café con un amigo con el que quedaron de antemano o se encontraron al pasar.
El Okay, el E-Tapas, el Lemon, el Moncayo, el Rinconcito, El Patio o Ohana son las opciones que en invierno o en verano se llenan de gente, confirmando visiblemente que el Café es una costumbre social que evoca mucho más que el sabor del líquido aromático que ayuda a despertarnos. Poco a poco vamos volviendo a las calles y podremos elegir dónde tomar el primero. En Paniagua, también hay dos opciones muy simpáticas para la escapada del café; La del Petit Bistró y la del Black Mouth, ambas mañaneras, ágiles y muy frescas. Y si te gusta lo tradicional español La Alberiza es tu lugar.
Pero si lo que estás buscando, es tomar el café mientras se concreta o se planea una operación inmobiliaria, la opción puede ser tomarlo en la Oficina de Landcaster.