A Sotogrande se puede llegar por el mar.
Se puede llegar en barco para abordar la urbanización desde el agua a través de la
puerta de entrada más emblemática que es su Puerto Deportivo.
Ese que se construyó a mediados de los 80 y cortó con la monocromía de la
Andalucía de los pueblos blancos para estallar en color. Irrumpió con sus edificios
pintados de azul cobalto y verde esmeralda, se atrevió con el naranja fuerte, con los
amarillos, azules claros y rosas pálidos, contrastó ventanas y dijo aquí estoy de una
manera que mezcló a la perfección la arquitectura clásica y la de vanguardia.
Pero no solo los colores lo diferenciaron de los demás puertos de la zona. Su ubicación estratégica lo sitúa entre dos continentes; es todavía Europa y casi África, es todavía Mediterráneo y casi Atlántico, está junto a la desembocadura de un río y
es todavía mar cuando, sin duda, es tierra de una de las urbanizaciones más bonitas
de Europa.
Empieza en Puerto y se transforma en Marina, la que vino años después, formando Islas y Riberas que un día le abrieron la puerta al agua para recordarnos que una casa, además de jardín, puede tener embarcadero.
El puerto es hogar de quien lo saborea todo el año, hogar de vacaciones de los que lo eligen para el verano, hogar de paso para los que se hospedan en su hotel, el Club Marítimo, nada parecido a los demás hoteles, porque tiene señas propias que lo hacen un hogar colmado de servicios y elegancia.
Es hogar flotante, para los que ocupan uno de sus atraques que van desde 8 hasta 70 metros, con conexiones de luz y agua, gimnasio, vestuarios, lavandería, un varadero para embarcaciones de hasta 35 metros y una variedad de restaurantes, cafeterías y tiendas que lo transforman en paseo para los que también lo eligen para visitarlo desde la tierra.
Pasear por las Plazas del Agua y la de los Naranjos, escuchar el sonido cristalino de las fuentes y disfrutar de sus mesas a la sombra y su variada oferta
gastronómica mientras los niños pasean en bici, es un privilegio sin restricciones.
El Puerto de Sotogrande es el centro de gestiones salido de un sueño; nadie imaginaría que en ese entorno idílico también se pueden solucionar los trámitesbancarios, recurrir a un abogado o a un médico o visitar peluquerías y centros de estética rodeado de barcos y de perfume a sal y azares.
Su playa que es todavía Sotogrande y casi Torreguadiaro, queda solo a unos escalones de todo lo anterior. Un alivio para los del puerto y para los de la arena el tener tan a mano el otro lado: ese que garantiza a los portuarios un chapuzón en el mar en los días de calor y el surfeo cuando presume de olas en los de levante.
Y a los de la playa, a esos que desde la arena ven los edificios de colores, les ofrece todo lo que ellos albergan.